jueves, 31 de marzo de 2011

CRITICA DEL LIBRO DE MIRTHA RIVERO

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MIRTHA RIVERO: La rebelión de los náufragos. Ediciones Alfa. Caracas. 
Este libro cuenta con 461 páginas,el cual su contenido especifica con claridad   vernácula, donde la autora periodista,  cuenta cómo y por qué cayó el presidente Carlos Andrés  Pérez.

INTRODUCCIÓN

La rebelión de los náufragos es un riguroso trabajo de investigación donde se analiza la trama de acontecimientos que condujeron al juicio político y posterior separación del cargo de Carlos Andrés Pérez de la Presidencia de la República, el 20 de mayo de 1993.

Acompañado de variados testimonios de los principales actores del proceso, este libro nos interpela y nos obliga a reflexionar acerca de nuestra condición republicana ¿Los hechos ocurridos constituyeron la única respuesta posible del sistema ante la magnitud de la crisis política de entonces? ¿Las motivaciones estratégicas de algunos personajes de la época contribuyeron a un debilitamiento institucional que podría explicar mucho de cuanto ocurre en la actualidad? ¿Seguimos pagando el precio de la rebelión de aquellos náufragos?

Mirtha Rivero es venezolana, pero vive en Monterrey, México. Ha sido redactora, reportera y Jefe de Información de la sección de Economía de El Diario de Caracas; y Jefe de Redacción del suplemento “Dinero”. Escribió para las revistas Estampas de El Universal y Contrabando, de Caracas, así como para “Emeequis”, de Ciudad de México. Actualmente, colabora en Interfolia, publicación de la Universidad Autónoma de Nuevo León, México.  

 En toda esa ola de acoso y derribo de CAP, subyace una gran inmadurez e irresponsabilidad política. Y lo mas grave, se sitúo la perversión del Poder Judicial en cotas mas altas, mediante una descarada manipulación y del uso de lo que Cabrujas denominó quincallería jurídica, ahora ampliamente practicada por unos Tribunales carentes totalmente de imparcialidad. La corrupción existente no justificaba buscar atajos que, independientemente de lo que vino después, muestran la escasa valoración de la institucionalidad democrática que se practicó impunemente.  Se necesita mas tiempo para evaluar ese proceso político y a sus actores principales y secundarios.


 En la tarde del sábado 23 de octubre decenas de personas asistieron a la presentación de este título y coparon la sala de eventos de la feria. Tras un extenso discurso de la también periodista Argelia Ríos, y las emotivas palabras de la autora, el público se dirigió al stand de Editorial Alfa para adquirir un ejemplar de este libro, que desde ya se vislumbra como un éxito en ventas de la temporada.  
LA REBELIÓN DE LOS NÁUFRAGOS, de Mirtha Rivero. Editorial Alfa, Caracas, 2010
ANÁLISIS ARGUMENTAL 
          Mirtha realizó una investigación que le llevo un tiempo de cuatro años de arduo trabajo. Entrevistó numerosas personas, entre  ellas ex ministros, sus hijas, su esposa de entonces, Blanca Rodríguez, y la hoy segunda esposa, Cecilia  Matos. y personas  colaboradores y cercanas  del Presidente Carlos Andrez Pérez.
           Mirtha no se limita a contar los momentos presentes a la caída del presidente, sino que  remueve en sus causas, situadas desde muy anteriormente al derrocamiento.

            De tal manera se relucen detalles del primer gobierno de Pérez, y se detiene en  el recuento y análisis de acontecimientos muy importantes acaecidos, entre ellas la insurrección popular de  febrero de 1989, de igual manera los golpes de febrero y noviembre de 1992.  Estos hechos son antecedentes significativos de lo ocurrido después, cuando una aglutinada y abigarrada conjunción de partidos políticos, entre ellos Acción Democrática y agrupaciones de toda índole y personalidades muy destacadas de la vida política y nacional, un hecho como nunca se había visto en nuestra Venezuela democrática, la insurrección indujo a la Corte Suprema de Justicia a declarar que había méritos para el enjuiciamiento del presidente Carlos Andrez Pérez, y luego el Congreso Nacional decretó su pronunciamiento. Fue una verdadera conspiración, de cuyo efecto produjo un  grave daño a la institucionalidad democrática de Venezuela de la cual casi nadie se percató.

            Sólo en este momento se percibe que ese acontecimiento, al lado de otros factores, ha sido categórico de lo que ocurre hoy  en nuestro país venezolano.

         El libro es un instrumento fundamental dentro de una importante tendencia de hechos  que parece ir cobrando cuerpo en nuestra realidad histórica del pasado y nuestro devenir, con textos literarios relativos a la temática política de la actualidad venezolana. Directriz que abarca todo género y estilo. Entre ellas tenemos literatura novelistas tales como, Los días  de rojo, de María Elena Lavaud; Falke Sumario, de Federico Vegas, el pasajero de Truman, de Francisco Suniaga; también encontramos  grandes reportajes periodísticos, de excepcional calidad, como Hugo Chávez sin uniforme, de Cristina Marcano y Alberto Barrera Tyszka, y El socialismo irreal, de Teodoro Petkoff, ensayos,  entre  muchos otros.
FACTORES MAS RESALTANTES OCURRIDOS

            Los factores que contribuyeron a la caída de CAP representan el eje alrededor del cual Rivero organiza su investigación. ¿Quiénes son los responsables de tumbar, a través de una dudosa maniobra legal, a un gobierno que asumió la tarea impopular de impulsar un paquete necesario de medidas que, de haber recibido mayor apoyo, ha podido marcar el comienzo del fin del capitalismo de Estado venezolano y quizá desviar al país de la trampa en la que cayó a finales de 1998, cuando Hugo Chávez ascendió al poder?

            El primer responsable que asoma en el libro son los medios de comunicación. Rivero y sus entrevistados relatan como los dueños de medios, con una irresponsabilidad (en retrospectiva) suicida, contribuyeron a crear un clima muy adverso para la democracia; como se empecinaron, a través de sus noticieros, periódicos y telenovelas, en desprestigiar a los partidos y la actividad política en general, legitimando y a veces hasta avalando de una manera casi explícita las acciones criminales de los golpistas de 1992.

            El segundo responsable que asoma en el reportaje son los intelectuales, especialmente el famoso grupo de Los Notables conformado por personalidades de intachable reputación como Arturo Uslar Pietri, Domingo Maza Zavala, Miguel Ángel Burelli Rivas y Alfredo Boulton. Aprovechando la aureola de su prestigio (la imagen es de Rivero), este grupo tuvo una actitud tan tolerante con los golpistas como intolerante con CAP y su gabinete reformista, y se dedicó, con igual empecinamiento que los medios, a desprestigiar al gobierno y hacer lo posible para erosionar su capital político. Entre estas figuras de renombre destaca Rafael Caldera, cuya soberbia, relativismo moral y barato oportunismo es resaltado por varios entrevistados, incluyendo su ex delfín Eduardo Fernández, protagonista de una de las más lúcidas entrevistas del libro.

            El tercer y quizá principal responsable de la caída de Pérez fue su propio partido, Acción Democrática, que prácticamente pasó a ser un partido de oposición durante el segundo gobierno de CAP.

            El libro de Rivero explica como en el liderazgo de AD existía un antagonismo muy grande hacia Pérez, producto de su imprevisto giro ideológico, la inclusión de un grupo de tecnócratas independientes (no militantes) en su gabinete económico, y el efecto que tuvieron las políticas liberalizadoras en las cuotas de poder de muchos adecos. Impulsar reformas para desmontar el sistema rentista, por ejemplo, afectó directamente una fuente importante de ingreso de muchos dirigentes políticos acostumbrados a asignar ellos mismos contratos públicos a sus amigotes para de ese modo recibir y cuadrar coimas y comisiones.

            Lo mismo ocurrió con la reforma de descentralización de 1989 que creó la figura del alcalde y estableció la elección directa de gobernadores. Muchos adecos sintieron que apoyando la reforma el presidente había regalado una importante cuota de poder político y económico que pertenecía al partido.

            A estos factores se suman otros como los escándalos de corrupción y la resistencia a las reformas de los sindicatos, los empresarios, las multinacionales, los militares, los banqueros, y otros sectores, todos renuentes a abandonar sus privilegios, subsidios y protecciones, y a asumir los costos inevitables de los ajustes.

            También se suman los errores del propio presidente, que sobrestimó su capital político para impulsar estas reformas. Esta sobrestimación se tradujo en una política comunicacional mediocre y torpezas inexcusables como la faraónica toma de posesión semanas antes de implementar medidas que le exigían enormes sacrificios al pueblo venezolano.

            Este animado fresco que pinta Rivero para contextualizar la caída de CAP es muy instructivo, incluso para quienes creemos tener una buena idea de este importante período de la historia contemporánea venezolana.

             A grandes rasgos no tengo mayores reservas con la historia que va emergiendo de las entrevistas y la narrativa periodística, una historia, hay que decirlo, bastante favorable a CAP y su equipo de tecnócratas. Yo sólo añadiría unas cuantas observaciones, no tanto sobre el libro de Rivero, que me pareció estupendo, sino sobre algunos de los puntos de debate más importantes en torno a la segunda presidencia de Pérez.

            No cabe duda de que muchos intelectuales de gran prestigio agitaron en aquel entonces las peligrosas aguas de la antipolítica y de que algunos, especialmente Rafael Caldera, llegaron muy cerca de justificar las acciones criminales de los golpistas.

            Sin embargo, no hay que olvidar que el discurso de Los Notables resonó por una razón real: el fracaso estrepitoso de los últimos tres gobiernos, incluyendo el primero de CAP. El error de Los Notables no fue criticar a la clase política en general, que se merecían de sobra esas críticas.
           
          El error fue no darse cuenta que CAP estaba llevando a cabo reformas que eran un paso en la dirección correcta. Esperar demasiado, demasiado pronto, es un error típico de revolucionarios trasnochados, no de personajes con el calibre intelectual de un Uslar o un Maza Zavala.

            Que lo medios contribuyeron a deslegitimar las instituciones y darle sustancia a la idea que en democracia las acciones violentas a veces son necesarias, es una verdad como un templo. Pero que en esta discusión a menudo se olvida que la irresponsabilidad de los medios es uno de los hijastros inevitables de la libertad de expresión.

             En todas las democracias, incluyendo las más avanzadas, se pueden encontrar ejemplos de extrema irresponsabilidad mediática, a veces producto de la codicia y la alevosía, a veces de la simple idiotez y falta de profesionalismo. Una parte importante de la labor de un presidente es lidiar con este y otros problemas que resultan de un sistema de libertades. Se puede decir, como dicen algunos de los tecnócratas de CAP, que las reformas liberalizadoras eran invendibles; que cualquier estrategia comunicacional estaba condenada al fracaso porque se estaban trastocando intereses muy poderosos. Pero uno se pregunta cómo gobiernos de otros países han podido impulsar reforma igualmente difíciles sin crear a su alrededor un clima tan adverso, en los medios y en otros sectores. Obviamente, se ha podido hacer un mejor trabajo.

            Este victimismo, encapsulado en esa frase que el columnista Miguel Ángel Santos pone en boca de Miguel Rodríguez “Venezuela es un país hecho para castigar el talento” (¿alguien se imagina a Betancourt diciendo algo así?), destila de los argumentos que, dentro y fuera del libro de Rivero, los tecnócratas han esgrimido durante años para explicar la caída de CAP.
           
            El énfasis siempre está en los factores externos. Rara vez uno los escucha hablar con detalle de sus errores, profundizar sobre sus defectos, discurrir sobre cómo han podido manejar mejor el aspecto político de sus reformas, cómo han podido hacer un mejor trabajo para no dejar que tantos sectores se pusieran, al mismo tiempo, en contra de ellos. Escuchándolos, uno a veces siente que el resultado de haber aplicado ese conjunto de medidas era inevitable. “Nosotros teníamos la ideas correctas, la preparación técnica y la mejor de las intenciones,” parecen decirnos. “Pero estas reformas afectaron a demasiado sectores que se unieron con un grupúsculo de intelectuales resentidos en una conspiración muy poderosa en nuestra contra.” Esta versión no es falsa.

            El complot fue parte importante de la caída de CAP. Pero el fracaso de Pérez y su equipo para derrotar este complot también lo es.

            La facilidad con que muchos de nosotros hemos aceptado el victimismo de los tecnócratas pone de relieve una verdad muy triste sobre la Venezuela de Hugo Chávez. La situación política actual del país hace difícil evaluar con objetividad a un hombre controversial como CAP. Esto ha sido evidente en las muy apasionadas reacciones que ha provocado el libro de Rivero, reacciones generalmente muy favorables al legado CAP que, muy convenientemente, pasan por alto su primer gobierno.

             Pérez fue un hombre con grandes cualidades. Era valiente, hacedor, persistente y un demócrata por convicción. Nunca olvidaré el día que fui con dos amigos a visitarlo a su casa, cuando estaba bajo arresto domiciliario. CAP atravesaba unos de los momentos más difíciles de su vida, pero nos recibió lleno de entusiasmo, optimismo, energías, dispuesto a debatir y confrontar ideas, y haciendo planes como si todavía fuera un adolescente con una larga vida política por delante.

         hombres como CAP, sedientos de rodearse de talento, sin complejos frente a la inteligencia, y con unas ganas enormes de insertar al país en la modernidad, cueste lo que cueste. Pérez era un gran hombre.
CONCLUSIONES

La destitución de la presidencia de Carlos Andrés Pérez fue un error, pues dañó las instituciones fundamentales del país y de la democracia instalada en enero de 1958. Ello podría interpretarse como una defensa del expresidente y de sus dos mandatos presidenciales. Nada más equivocado.


Sin negar lo positivo que pudiera señalarse en los dos gobiernos de Pérez, y en general en los cuarenta años de democracia post 1958, no podemos soslayar que esos gobiernos fueron muy perjudiciales al país, en particular por el descarado ejercicio de la corrupción. Y el hecho de que los niveles de corrupción alcanzados en los últimos diez años sean muy superiores a los de entonces no puede justificar, ni siquiera minimizar la de Pérez y algunos de los personeros de su entorno.


No hay dudas de que lo que hoy vivimos en Venezuela es consecuencia del fracaso de la democracia de aquellos  años, por la incapacidad de Acción Democrática y COPEI para establecer un sistema verdaderamente democrático y moderno, tanto en lo  político como en lo social.
Es evidente que fueron varios los factores que determinaron ese fracaso de la democracia, entre ellos la paradójica política antipolítica y antipartidos practicada por notables figuras de la intelectualidad y por los medios de comunicación. Pero otro de esos factores fue la destitución de Pérez, cuando faltaban apenas unos meses para el final de su mandato. Destitución que venía a justificar los fallidos golpes militares de 1992, al poner en evidencia lo dañino de aquel gobierno, al cual no obstante ha debido dejársele terminar su período.


Sin embargo, no es de creer que la destitución de Pérez haya sido producto de una conspiración, sino de una conjunción de factores desafortunados, de cuya peligrosidad casi nadie se dio cuenta. Al  contrario, todos muchos se alegraron de que Pérez hubiera sido echado de Miraflores, y hasta se creyó que aquello era una inequívoca señal de madurez y fortaleza de la democracia. Los hechos posteriores, lo que hoy ocurre en nuestro país, nos han hecho ver lo equivocado de aquella creencia.


Lo inquietante es que, pese al invalorable logro de la unidad de la oposición para enfrentar al actual régimen, comienzan a verse síntomas de que los partidos tienden a reincidir en los errores del pasado, particularmente en sus actitudes sectarias. Y no  sólo los viejos partidos, pues los nuevos parecen padecer de los mismos vicios y errores, esos que nos  trajeron al desastre del presente.